19 may 2010

PHOENIX







Todo movimiento en la naturaleza es de progresión o retrogradación, los organismos se construyen o se autodestruyen en un vaivén y una dinámica completamente sincronizada con procesos internos enlazados de manera misteriosa a la conciencia.


Las leyes que regulan estos movimientos, son actualmente desconocidos por el hombre que se resiste a la faceta negativa de su péndulo emocional-mental, el intento de huida de lo que llamamos dolor, depresión, angustia es la constante de la mente racional.



Así la vida humana parece ser una continua resistencia a sus procesos internos, es como si la naturaleza constantemente empujara al hombre a la vejez y al desengaño, al dolor y al sufrimiento e intentara enseñarle una lección mil veces reprobada.


La resistencia al movimiento retrogrado de la conciencia impide a esta cumplir su salutífera función regeneradora, eliminar lo estancado, matar al viejo es la condición sine qua non de la regeneración anímica, y al ser bloqueado este movimiento el ser se debate en una lenta agonía.


Con el paulatino aquietamiento de la mente y su posterior detención, termina la resistencia a los procesos destructivos, entonces estos se ubican en el cumplimiento de su función real. Los ácidos disuelven al viejo rey que se había estancado en la posesión de un poder ilegitimo.


El ahorro de energía conciente ensancha la percepción de los procesos, el protagonismo del sufrimiento cede su espacio ante la presencia del fuego regenerador en su faz de elixir disolvente. Y ante el hombre que descifro al fin el milenario enigma, se despliegan las glorias míticas del fénix.